Cuento de Eduardo Galeano
"El Carpintero"
Orlando Goicoechea reconoce las maderas por el olor, de qué árboles
vienen, qué edad tienen, y oliéndolas sabe si fueron cortadas a tiempo o
a destiempo y les adivina los posibles contratiempos.
El es carpintero desde que hacía sus propios juguetes en la azotea de su
casa del barrio de Cayo Hueso. Nunca tuvo máquinas ni ayudantes. A mano
hace todo lo que hace, y de su mano nacen los mejores muebles de La
Habana: mesas para comer celebrando, camas y sillas que te da pena
levantarte, armarios donde a la ropa le gusta quedarse.
Orlando trabaja desde el amanecer. Y cuando el sol se va de la azotea,
se encierra y enciende el video. Al cabo de tantos años de trabajo,
Orlando se ha dado el lujo de comprarse un video, y ve una película tras
otra.
No sabía que eras loco por el cine le dice un vecino.
Y Orlando le explica que no, que a él el cine ni le va ni le viene, pero
gracias al video puede detener las películas para estudiar los muebles.
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