miércoles, 28 de enero de 2009

CURIOSIDADES CON LOS LIBROS


Poseídos por los libros: dos bibliómanos extremos
Desde la edad media, los ladrones de libros se multiplicaron como una plaga. Fue entonces que muchas bibliotecas decidieron colocar un cartel intimidatorio, cuenta González.

Página 12. Mariano González Achi

Buenos Aires, Argentina
Un bibliófilo es dueño de sus libros, un bibliómano es su esclavo. Esta diferencia crucial de relacionarse con los libros marca también la frontera entre salud y enfermedad. Límite que también se atraviesa con facilidad. Todo bibliómano fue en algún momento un bibliófilo, pero su fascinación por los libros fue creciendo hasta hacerse inmanejable. Considerada por la psiquiatría como un trastorno obsesivo compulsivo la bibliomanía tiene síntomas muy concretos. La frecuencia cardiaca del bibliómano se acelera al pasar por una librería de viejo y no puede evitar comprar de manera indiscriminada libros, que por otro lado ni siquiera lee. Tampoco puede resistirse a volver a adquirir su novela preferida cada vez que se cruza con ella, aunque tenga en su poder una veintena de la misma edición.
La historia registra un puñado de bibliómanos excepcionales, personas que sucumbieron mentalmente por los libros y a partir de ese momento fueron capaces de cualquier cosa
Sir Thomas Phillipps (1792- 1872) es un caso paradigmático, Tuvo la desgracia de heredar una importante fortuna que aceleró su bibliomanía y que fue vertida en su totalidad en subastas y anticuarios. "No tengo capacidad para seleccionar" aclaraba, intentando explicar su acopio desmesurado de libros y manuscritos. A pesar de que habitaba una mansión pronto se quedó sin paredes donde almacenar sus preciados ejemplares. Las nuevas adquisiciones que llegaban a diario, se amontonaban formando temblorosas pilas, murallas y pirámides en cada una de las habitaciones de la casa. Su esposa y sus hijas tuvieron que exiliarse en un ambiente pequeño y acostumbrarse a caminar esquivando las cajas con libros que su marido no tenía tiempo de abrir.
Phillipps estaba convencido de que era un benefactor, que con sus compras compulsivas salvaba de la destrucción a miles de importantes obras. Por ese motivo se tomaba muy en serio su infinita y desorbitada misión, que lo llevaba a afirmar con total tranquilidad cosas como: "quiero una copia de cada libro que se haya escrito". Su retrato más difundido lo muestra acompañado por uno de sus mejores amigos. Phillipps aparece sentado con gesto de incontenible orgullo mientras sostiene un inmenso volumen que monstruosamente parece ser un apéndice de su propio cuerpo.
Los años y su locura acaparadora lo convirtieron en un hombre intratable. Su familia y personas cercanas a el lo describían como apático, intolerante, egoísta, terco, autoritario y poco comunicativo. Presintiendo la cercanía de la muerte, se preocupó sobre el destino de su tesoro de papel. Su deseo era mantener su dominio aun desde el mas allá. Después de pensar detenidamente como resolver el problema elaboró un plan y terminó consintiendo el traslado de su colección a la Biblioteca Británica bajo una serie de condiciones absurdas. El alucinado bibliófilo pretendía que luego de su deceso solo unas pocas personas (muy pocas) tuvieran acceso a su biblioteca. Su hija y su yerno, por ejemplo, lo tenían prohibido por expreso, así como también cualquier persona de religión católica, que despreciaba.
Paso más un siglo para que la voluntad de Phillipps fuera desobedecida por completo y cualquier investigador pudiera posar sus manos sobre la que se considera la biblioteca más importante que alguna vez haya sido amasada por un bibliómano. Recién en 1977 el último grupo de libros se desprendió de la tutela de los herederos de Phillipps para pasar a una biblioteca pública. Pero durante muchos años su legado fue considerado como un bibliotafio, es decir un cementerio de libros. Un santuario exquisito, inalcanzable para la mayoría de los mortales
Pero, ¿qué pasa con aquellos que no poseen un capital para motorizar su compulsión? Para aquella clase de bibliómanos que carecen de dinero, solo existe una salida: el robo, única manera de conseguir aquellos libros que necesitan poseer con desesperación.
Agrupados bajo la etiqueta de bibliocleptomanos, son los integrantes de un silenciosa categoría de número incierto que, desperdigados por todo el planeta, representan la presencia más temida por bibliotecas, universidades y museos. Cada uno de ellos es, además un ilusionista, con capacidad de hacer desaparecer un objeto rectangular macizo ante decenas de personas sin despertar sospecha alguna.
Desde la edad media, los ladrones de libros se multiplicaron como una plaga. Fue entonces que muchas bibliotecas decidieron colocar un cartel intimidatorio, una suerte de antídoto que se colgaba en un lugar muy visible, como las ristras de ajos que penden de las ventanas pretenden alejar a los vampiros. Los mismos alertaban sobre una maldición que caería sobre aquel se apropiara de un libro. La amenaza era explicita y no escatimaba en graficar sus horrores. Por lo general se leían cosas como "que el libro robado se transforme en un serpiente y te devore", o "que el ladrón se pudra y sus gusanos se alimenten de sus heridas". Asimismo, se popularizo el cartel de Hai Excomunion, pensado para disuadir a potenciales ladrones católicos. Si no devolvían el libro su justo e ineludible castigo seria arder en el infierno.
Muchas veces, los ladrones compulsivos de libros son bibliotecarios, de manera que pueden llevarse lo que desean durante años, si es que alguna vez no son descubiertos. Se los considera bibliómanos porque no pretenden hacer un negocio con lo robado. Ninguno tiene interés en venderlos, sino en convertirse en su único dueño, con la seguridad de que nadie más podría apreciarlo tan bien como ellos. El libro robado se convierte entonces en un objeto de culto personal. Su existencia mediocre y multitudinaria ante personas que no saben apreciarlo lo suficiente ha terminado. El libro ha sido rescatado.
Así, pensaba el teólogo alemán, Dr. Elois Picher, quien no se contentaba con tener libre acceso a los libros que le interesaban, sino que necesitaba tenerlos a su disposición todo el tiempo, únicamente para el. Siendo empleado de la Biblioteca Publica Imperial de San Petersburgo, en Rusia, Picher se llevo un promedio de cuatro libros por día (de 1869 a 1871) aprovechando la facilidad que su trabajo en ese lugar le otorgaba. Su modus operandi consistía en asistir dentro de un holgado y grueso sobretodo, que tenía un bolsillo interno secreto, donde se podía esconder su contrabando diario sin que ninguno de sus compañeros lo notara.
Como suele suceder en estos casos, la desaparición crónica de libros es investigada a fondo y el responsable identificado. El punto débil de los cleptobibliomanos es siempre su botín, el cual nunca guardan en otro lado que no sea su casa, por miedo a que se lo roben. Los 4.000 motivos para incriminar a Picher estaban a lo largo de su living, organizados por orden alfabético. Luego de ser condenado, el teólogo fue enviado a la lejana Siberia, sin el sobretodo.

domingo, 25 de enero de 2009

Tras el silencio, las palabras


El anciano llevaba tiempo sin contar cuentos. No por falta de ideas, que llenaban como siempre su cabeza de un caos ingobernable. No era falta de tiempo, pues los días seguían repletos de los mismos minutos. Era miedo a que las palabras no acudieran a la llamada, temerosas de quedar expuestas en toda su desnudez para ser observadas y juzgadas. Miedo a repetirse, o a contar el cuento último, el que hará innecesarios todos los demás. Y miedo a que cien palabras no encontraran su historia, aunque fuera el relato tantas veces contado de un anciano escritor que teme escribir.

Jordi Cebrián


El miedo a largar las palabras, lanzarlas, es un sentimiento real para el que intenta decir algo. En la cabeza surgen miles de ideas pero para ordenarlas, se necesita hacer un ejecicio intelectual con un silencio retrospectivo que puede ser extenso o corto, depende de la necesidad del que escribe. Reconozco que me tomo mis tiempos cuando intento decir algo, no soy escritora, no tengo ese don, y admiro al que tiene el dominio de la palabra, al que pueda expresar (en un papel, en la compu, en un CD a través de una canción, en cualquier formato) con fluidez sus pensamientos más puros, más abstractos, dándole una identidad a su esencia.

Adriana

Nota: Recomiendo el sitio del escritor Jordi Cebrián donde plasma sus sentimientos en cien palabras su Link está en el título del post.


martes, 20 de enero de 2009

PALABRAS VIVAS...


Siguiendo con la temática, se me ocurrió hacer una incursión sobre las palabras de algunos personajes famosos. Pero las palabras elegidas no son palabras al aire así no más, son las últimas en sus lechos de muerte y con ellas pasaron a la historia... acá van:

AMAOS LOS UNOS A LOS A OTROS. George Harrison

HE ARADO SOBRE EL MAR. Simón Bolivar

JUANA DE ARCO, NO. Buster Keaton ante su lecho de moribundo, alguien sugirió tocarle los pies para saber si ya había muerto; explicó que los difuntos tienen los pies frios. Keaton dijo entonces sus últimas palabras, confirmando su gran sentido de humor, y murió.

OCHO HORAS CON FIEBRE, ¡ME HABRÍA DADO TIEMPO PARA ESCRIBIR UN LIBRO!. Honore de Balzac

¡LAS ÚLTIMAS PALBRAS SON COSAS DE TONTOS QUE NO HAN DICHO LO SUFICIENTE MIENTRAS VIVÍAN! Karl Max

TENGO MIEDO. Vicente Huidobro

PREPAREN EL TRAJE DE CISNE. Ana Pavlova

QUE BAJE EL TELÓN, LA FARSA TERMINÓ. Francois Rabelais

¡ES ABSURDO!...¡ESTO ES ABSURDO! Sigmund Freud

¿POR QUÉ NO? DESPUÉS DE TODO LE PERTENECE. Charles Chaplin

Fuente: Homenaje a las palabras del diario La Prensa en sus 137 años de historia.

miércoles, 14 de enero de 2009

SÓLO QUEDAN LAS PALABRAS


















Las Palabras
Fito Paez

Composición: Fito Paez

Las palabras hacen trampa
Nunca creo en lo que nombran las palabras
Las palabras del temblor, del desatino
Las palabras que desvíen el destino
Las palabras son sagradas, buen amigo

Las palabras me hacen falta
Me hacen falta cien millones de palabras
Las palabras siempre se las lleva el viento
Pero yo las necesito somos dos viejos amantes
Muy chiflados, muy astutos, desafiantes...
Sobre el arma con la que me das consuelo
El cuchillo que se hunde en mi pellejo
La apariencia bien organizada
Las palabras son traiciones de alto vuelo

Las palabras hacen trampa
Nunca creo en lo que nombran las palabras
Ahí se esconden muchos tontos importantes
Pero no te creas nada de lo que te diga nadie
Las palabras nos enseñan el coraje

Las palabras me hacen trampa
Nunca creo en lo dicen tus palabras
Las mías son iguales siempre meten confusión
La tensión entre tus versos y el lenguaje
La tensión entre mis besos y tu amor...
Son el arma con la que te doy consuelo
El cuchillo que te hundo en tu pellejo
La apariencia siempre bien organizada
Las palabras son traiciones de alto vuelo.

Las palabras me hacen falta
Me hacen falta cien millones de palabras
Las palabras del amor y del hastió
Las palabras que desvíen mi destino
Las palabras son sagradas como el vino

Las palabras no me creo lo que dicen
Mis palabras son el centro del misterio
Las palabras nos explican lo que nunca entenderemos
Si fue cierto, fue mentira o si al fin fue todo un sueño


Mis palabras...las palabras...

Cuántas cosas caben en una palabra. La palabra puede crearse y las crean los escritores, los periodistas y los pueblos. Pero cuando la creas ya no tienen dueño, son libres, con una autonomía tal que se universalizan y se recrean: tenemos palabras mágicas, palabra de honor, palabras de Dios, malas palabras, palabras claves, palabras mentirosas, palabras de buena crianza, palabra santa, palabras al aire, últimas palabras, buenas palabras, palabras amorosas, palabras odiosas, palabras académicas, palabras formales, palabras informales, etc, etc, Todas, utilizadas en el momento justo, engrandecen al ser humano y marcan la diferencia con el resto de los seres vivos. Lástima que usamos unas pocas de las 90.000 palabras que el castellano pone a nuestra disposición.
Adriana

domingo, 11 de enero de 2009

¿QUÉ CLASE DE LECTOR SOS?


  

El profesor de análisis del discurso Daniel Cassany señala las

diferencias entre crédulos inocentes y cuestionadores incisivos.

El lector ingenuo :

· Busca en el texto la idea principal y la secundaria.

· Piensa que las citas son sagradas.

· No conoce la carga ideológica del texto. Por ejemplo, la

diferencia entre decir islas Falkland o Malvinas.

· No distingue entre géneros, como si es una opinión o es una

noticia.

· Es probable que solo lea un periódico o acuda a una sola

fuente informativa.

· Piensa que un texto solo tiene una interpretación posible.

El lector crítico :

· Indaga quién escribió el texto, quién lo dijo.

· Busca contexto de lo que lee y da sentido a las palabras.

· Sabe que las palabras no son solo lo que dicen. Sabe que no

es lo mismo decir islas Falkland, para un inglés, que Malvinas, para

un argentino.

· Discrimina los géneros y conoce la tradición de quien

escribe.

· Lee varios periódicos.

· Sabe que hay varias interpretaciones posibles

domingo, 4 de enero de 2009

Todo llega y madura a su tiempo

Creo que el año 2009 va a ser el año de la biblioteca. Ya pintada, como se observan en las fotos, trataremos de darle una vuelta de tuerca, para que el espacio sea más atractivo para la búsqueda de la info y la lectura placentera, y siga siendo el motorcito propulsor de proyectos. En Febrero, con más energía, reordenaremos los estantes, pondremos unas lindas cortinas y estará lista para comenzar a trabajar.
De todos estos años (cinco), que estoy en la escuela, reconozco que, desde la biblioteca, no hubo un impulso real y directo para el acercamiento al libro, los proyectos presentados fueron de formación de usuarios,Informatización de la biblioteca, las revistas y el Blog ( institucional con un marcada inclinación a la alfabetización informacional y a la literatura),pero el libro no fue el protagonista, por tal motivo intentaremos que los libros hagan presencia en la Molina y buscaremos la forma carismática para que esa presencia no pase desapercibida.
Nota: Observen los videos a la derecha, describen un proyecto creado en España para la difusión del libro. El nombre del proyecto es Fahrenheit 451, haciendo alusión a la novela de ciencia ficción de Ray Bradbury