viernes, 24 de septiembre de 2010

Nuestro Coro se presentará nuevamente

El 25 de septiembre a las 20 horas nuestro coro paraticipará del evento anual denominado "Amar es Servir" organizado por la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos días sito en Soldado Derrico y 25 de Mayo, Paso del Rey.
Además  se presentarán el coro Municipal de Moreno, Coro La Creación de la Parroquia Santa Magadalena Sofía Barat de Castelar y un Grupo de Música de Cámara.

El cuento del FINDE

Los siete mensajeros
[Cuento: Texto completo]
Habiendo salido a explorar el reino de mi padre, día a día voy alejándome de la ciudad y las noticias que me llegan son cada vez más raras.
Comencé el viaje cuando tenía poco más de treinta años y han pasado ya más de ocho años, seis meses y quince días de ininterrumpido camino.
Creía, en el momento de partir, que en pocas semanas habría alcanzado los confines del reino; por el contrario, seguí encontrando nuevas gentes y países y en todas partes hombres que hablaban mi mismo idioma y que decían ser mis súbditos. A veces pienso que la brújula de mi geógrafo se ha enloquecido y que, creyendo avanzar siempre hacia el sur, en realidad damos vueltas sobre nuestros propios pasos sin aumentar jamás la distancia que nos separa de la capital; esto podría explicar por qué no estamos ahora junto a la extrema frontera.
Pero más frecuentemente me atormenta la duda de que este confín no existía, que el reino se extienda sin límite alguno y que, por más que yo avance, jamás podré arribar a la frontera. Empecé el viaje cuando tenía más de treinta años, demasiado tarde, quizás. Los amigos, los mismos familiares, se burlaban de mi proyecto, opinando que iba a despilfarrar los mejores años de mi vida. Pocos de mis leales, en realidad, aceptaron partir.
Si bien era algo descuidado -mucho más que ahora- me preocupé de poder comunicarme, durante el viaje, con mis seres queridos; entre los caballeros de la escolta elegí los siete mejores para que me sirvieran de mensajeros. Creí, ignorante de mí, que tener siete mensajeros era una verdadera exageración.
Con el transcurso del tiempo advertí, por el contrario, que eran ridículamente pocos, a pesar de que ninguno de ellos fue asaltado por los bandidos ni malogró su cabalgadura. Los siete me han servido con una tenacidad y una devoción que difícilmente podré recompensar.
Para distinguirlos con facilidad les puse nombres cuyas iniciales eran alfabéticamente progresivas: Alejandro, Benito, Carlos, Daniel, Eduardo, Federico, Gregorio.
Poco acostumbrado a estar lejos de mi casa, envié al primero, Alejandro, al caer la noche del segundo día de viaje, cuando habíamos recorrido ya unas ochenta leguas. A la noche siguiente, para asegurarme la continuidad de las comunicaciones, envié al segundo, después al tercero, después al cuarto, consecutivamente, hasta la octava tarde del viaje en que partió Gregorio. El primero todavía no había regresado.
Llegó la décima noche mientras acampábamos en un valle deshabitado. Supe por Alejandro que su rapidez había sido menor a la prevista; había pensado que, yendo separado y en un corcel inmejorable, podría recorrer en el mismo tiempo el doble de distancia que nosotros, pero no había recorrido el doble, sino sólo una vez y media; en unas jornadas, mientras nosotros avanzábamos cuarenta leguas, él avanzaba sesenta, pero no más.
Lo mismo pasó con los otros. Benito, que partió la tercera noche del viaje, retornó recién a la décima quinta; Carlos, que partió a la cuarta noche, nos alcanzó en la vigésima. Muy pronto comprendí que bastaba multiplicar por cinco los días que llevábamos viajando para saber cuándo volvería el mensajero.
Al alejarnos constantemente de la capital, el itinerario de los mensajeros se hacía cada vez más largo. Después de cincuenta días de camino el intervalo entre un arribo u otro comenzó a espaciarse sensiblemente; mientras antes veía llegar al campamento un mensajero cada cinco días, el intervalo llegó a hacerse de veinticinco días; la voz de mi ciudad, de esa manera, se volvía cada vez más apagada: pasábamos semanas enteras sin tener ninguna noticia.
Una vez que transcurrieron seis meses -ya habíamos atravesado los montes Fasani- el intervalo entre uno y otro arribo de los mensajeros aumentó a cuatro meses. Ahora ellos me traían noticias lejanas; el sobre me llegaba ajado, muchas veces con manchas de humedad, debido a las noches que el portador se había visto obligado a pasar al sereno.
Avanzábamos aún. En vano buscaba persuadirme de que las nubes que se deslizaban rápidamente sobre mí eran iguales a las de mi niñez, que el cielo de la ciudad lejana no era diferente de la cúpula azul que tenía sobre mí, que el aire era el mismo, igual el soplo del viento, idénticas las voces de los pájaros. Las nubes, el cielo, el aire, los vientos, los pájaros se me aparecían en verdad, como cosas nuevas y diversas; y yo me sentía extranjero.
¡Adelante! ¡Adelante! Vagabundos encontrados por la llanura me decían que los confines no estaban lejos. Yo incitaba a mis hombres a no descansar, borraba las palabras descorazonadoras que se formaban sobre sus labios.
Ya habían pasado cuatro años de mi partida. ¡Qué larga fatiga! La capital, mi casa, mi padre, se habían vuelto extrañamente remotos, casi no me parecían reales. Ahora pasaban fácilmente veinte meses entre las sucesivas apariciones de los mensajeros. Me traían curiosas misivas amarillentas por el tiempo y en ella encontraba nombres olvidados, modos de decir insólitos para mí, sentimientos que no lograba comprender. A la mañana siguiente, después de una sola noche de reposo, mientras nosotros nos poníamos en camino, el mensajero partía en dirección opuesta, llevando a la ciudad las cartas que yo había preparado en ese mismo tiempo.
Pero ya han transcurrido ocho años y medio. Esta noche cenaba solo en mi tienda cuando entró Daniel, que aún lograba sonreír, aunque estaba muerto de cansancio. Hace casi siete años que no lo veía. Durante todo este período larguísimo no ha hecho más que correr, atravesando praderas, bosques y desiertos, cambiando quién sabe cuántas veces de cabalgadura, para traerme el paquete de sobres que hasta ahora no he tenido deseos de abrir. Ya se fue a dormir y volverá a partir mañana mismo, al amanecer.
Partirá por última vez. Consultando el calendario calculé que, aunque todo salga bien, yo continuando mi camino como lo he hecho hasta ahora y él el suyo, no podré volver a ver a Daniel hasta dentro de treinta y cuatro años. Entonces tendré setenta y dos.
Pero comienzo a sentirme cansado y es probable que me muera antes. No lo volveré a ver. Dentro de treinta y cuatro años (quizás antes, mucho antes) Daniel descubrirá, inesperadamente, los fuegos de mi campamento y se preguntará por qué nunca antes le resultó el trayecto tan corto.
Como esta noche, el buen mensajero entrará en mi tienda con las cartas amarillas, llenas de absurdas noticias de un tiempo ya sepultado; pero se detendrá en el umbral y me verá inmóvil tendido sobre el camastro, flanqueado por dos soldados con antorchas, muerto.
¡Anda, pues, Daniel, y no me digas que soy cruel! Lleva mi último saludo a la ciudad donde nací. Tú eres la última ligazón con el mundo que en un tiempo fue también mío. Los mensajes recientes me han hecho saber que han cambiado muchas cosas, que mi padre ha muerto, que la corona pasó a mi hermano mayor, que me consideran perdido, que han construido altos palacios de piedra, allá, donde estaban las encinas a cuya sombra solíamos jugar. De cualquier manera, siempre seguirá siendo mi vieja patria. Tú eres la última atadura con ella, Daniel.
El quinto mensajero, Eduardo, que me alcanzará, si dios quiere, dentro de un año y ocho meses, no podrá volver a partir porque no tendrá tiempo de regresar. Después de ti, el silencio, ¡oh, dios mío!, a menos que encuentre los anhelados confines. Pero cuanto más avanzo, más me convenzo de que no existe frontera. No existe, sospecho, frontera alguna, por lo menos en el sentido que habitualmente le damos. No hay muralla de separación, ni ríos divisorios, ni montañas que cierran el paso. Probablemente atravesaré el límite sin ni siquiera advertirlo e, ignorante de mí, continuaré mi camino. Por eso he decidido que cuando Eduardo y los demás mensajeros, después de él, me alcancen nuevamente, en vez de volver a tomar el camino de la capital, se me adelante, para que yo pueda saber con anterioridad lo que me espera.
Desde hace un tiempo una ansiedad inusitada se apodera de mí por las noches y ya no se trata de la añoranza de las alegrías pasadas, como en los primeros tiempos del viaje; más bien es la impaciencia de conocer la tierra ignota a la que me dirijo.
Advierto -y no se lo he confiado hasta ahora a nadie- cómo de día en día, a medida que avanzo hacia la improbable meta, el cielo irradia una luz insólita como jamás había visto, ni siquiera en sueños. Ha quedado definitivamente atrás el último cielo azul.
Las plantas, los montes, los ríos que atravesamos, parecen hechos de una esencia diferente de lo ya conocido y el aire me acerca presagios que no sé transmitir.
Una nueva esperanza me llevará mañana por la mañana aun más adelante, en dirección a aquella montaña inexplorada que ahora ocultan las sombras de la noche. Una vez más levantaré el campamento, y Daniel desaparecerá en el horizonte en dirección opuesta, para llevar a la ciudad remota mi inútil mensaje.
FIN

LOS SIETE MENSAJEROS Y OTROS RELATOS es una selección significativa en la que, además de piezas emblemáticas del autor italiano, como «Miedo en la Scala», «El hundimiento de la Baliverna», «El colombre» o la que da título al volumen, se acogen varios cuentos que se cimentan en uno de sus recursos favoritos, la parábola. En ellos, aunque a menudo distintos temas y preocupaciones se solapan, se tratan las heridas del tiempo, de los desencuentros amorosos y de la eterna condición humana. Otras veces el soporte de la fabulación lo constituye una situación intrascendente que acaba desbordando al individuo en medio de una atmósfera inquietante que a veces se desliza hacia el terror.
Incluye los siguientes relatos:
  • Los siete mensajeros (I sette messaggeri)
  • Siete plantas (Sette piani)
  • Tormenta en el río (Temporale sul fiume)
  • La capa (Il mantello)
  • La matanza del dragón (L'uccisione del drago)
  • Noticias falsas (Notizie false)
  • Miedo en la Scala (Paura alla Scala)
  • Una gota (Una goccia)
  • La canción de guerra (La canzone di guerra)
  • El pasillo del gran hotel (Il corridoio del grande albergo)
  • Invitaciones superfluas (Inviti superflui)
  • El hundimiento de la Baliverna (Il crollo della Baliverna)
  • Algo había pasado (Qualcosa era successo)
  • El derrumbamiento (La frana)
  • Una carta de amor (Una lettera d'amore)
  • El colombre (Il colombre)
  • Muy confidencial al señor director (Riservatissima al signor direttore)
  • La chaqueta embrujada (La giacca stregata)
  • El ascensor (L'ascensore)
  • Muchacha que cae (Ragazza che precipita)
  • Los bultos del jardín (Le gobbe nel giardino
Nota: en la biblioteca poseemos 4 volumenes de esta obra.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Feliz día chicos!!!

Trabajos coloridos amanecieron en la escuela, la primavera se viene con todo y el Molina tambien!!!!

domingo, 19 de septiembre de 2010

FELIZ DÍA DEL PROFESOR!!!!!!

Estas imágenes reflejan el festejo que tuvimos en la escuela el día viernes en el día del Profesor, donde también se festejó el día del Preceptor, el del Secretario, Auxiliares, Director y Bibliotecario

martes, 14 de septiembre de 2010

Algo que quiero compartir...

Este video de Silvio Rodriguez me regalaron para el día del Bibliotecario es bellisimo!!!!

ESCARAMUJO




El escaramujo


¿Por qué la tierra es mi casa?
¿Por qué la noche es oscura?
¿Por qué la luna es blancura
que engorda como adelgaza?
¿Por qué una estrella se enlaza
con otra, como un dibujo?
Y ¿por qué el escaramujo
es de la rosa y el mar?
Yo vivo de preguntar:
saber no puede ser lujo.

El agua hirviente en puchero
suelta un ánima que sube
a disolverse en la nube
que luego será aguacero.
Niño soy tan preguntero,
tan comilón del acervo,
que marchito si le pierdo
una contesta a mi pecho.
Si saber no es un derecho,
seguro será un izquierdo.

Yo vine para preguntar
flor y reflujo.
Soy de la rosa y de la mar,
como el escaramujo.

Soy aria, endecha, tonada,
soy Mahoma, soy Lao-Tsé,
soy Jesucristo y Yahvéh,
soy la serpiente emplumada,
soy la pupila asombrada
que descubre como apunta,
soy todo lo que se junta
para vivir y soñar:
soy el destino del mar:
soy un niño que pregunta.

Yo vine para preguntar
flor y reflujo.
Soy de la rosa y de la mar,
como el escaramujo.

Silvio Rodríguez

sábado, 4 de septiembre de 2010

Hoy se celebra el Día de la Historieta

4 de Septiembre día de la historieta Argentina

"EL DÍA H"
Autodenominado por sus autores como Día-H, el festejo tiene un por qué y un génesis: “El 4 de septiembre porque ese día se publicó el primer número de El Eternauta (Editorial Frontera)”, contó a 24CON la coordinadora de la Comisión Nacional por el Día de la Historieta, Alejandra Márquez.
Aquella jornada de 1957, la editorial impulsada por Héctor Germán Oesterheld, autor de El Eternauta, imprimía el tomo inaugural del famoso Hora Cero, un suplemento que impuso la famosa frase “continuará” para darle hilo a sus relatos. Muletilla que cambió el modo de leer comics.
Aunque admiten que no se trata de un simple homenaje, porque “esto significa un cambio en general en la forma de narrar y del fenómeno a nivel nacional. No sólo él sino las colas de gente que se impacientaba por recibir el siguiente número de la revista”, dijo Márquez.
Por lo tanto, “la identificación de la gente en general determinó que El Eternauta y Oesterheld fueran el icono de la Historieta Nacional”, señaló la periodista, escritora, realizadora de eventos y colaboradora en revistas como Magma, Pandemonium y Manuela.
Con apoyo de la Biblioteca Nacional, la comisión “H” introdujo el petitorio en la Legislatura porteña con el rotulo “Industria Cultural” para que el festejo tenga alcance legal, al menos, a nivel local. “Para llegar a todo el país, el petitorio se llevó a Diputados en dos bancas, pero no tenemos novedades”, informaron los organizadores.


Los primeros antecedentes de la historieta propiamente dicha, en la Argentina, aparecen en las revistas "Caras y Caretas" (desde el año 1898) y "PBT" (desde el año 1904), donde los artículos de costumbres y política aparecen con alguna ilustración. Se inicia con las "Tiras comerciales" y los dibujos de Manuel Mayol y José María Cao, publicados en los primeros números de "Caras y Caretas", y más precisamente con "La caza del zorro" de Acquarone (en 1901, en esa misma revista). Al comienzo, los globos se alternaban con los habituales textos al pie, en general sin tener incidencia en la acción. Tanto la revista "Caras y Caretas" como "PBT" fueron creadas por Eustaquio Pellicer. En "Caras y Caretas" colaborarían, entre otros, Fray Mocho (seudónimo de José Alvarez, quien a la postre sería director de la misma), Giménez, Zavattaro, Redondo, Villalobos, Málaga Grenet, Valdivia, Mirko, Sirio, Columba, Alonso, Huergo, Caballé, Sabat, y los ya mencionados Cao y Mayol.
La historieta pasa a la prensa diaria recién en 1920, cuando el diario La Nación empieza a publicar tiras, con gran enojo de muchos de sus lectores, que pensaban que con estas "frivolidades" se desmerecía la "seriedad" de la publicación. Y a partir de la publicación de la tira "Bringin'Up Father" de MacManus en el diario "La Nación" (en 1920) proliferan las series de ambientación familiar, a medida que en el país se afianza una masiva clase media.
En la década del ‘40 comienza la que podría denominarse la "Época de Oro" de la historieta nacional. El inicio lo marca la aparición y consolidación de la historieta "seria" y "adulta", que le valdrá el mote de "literatura dibujada". Esto se apoya en la fundación, en 1945, de la revista "Intervalo", de Editorial Columba, la cual viene a llenar un bache, ya que se completa el espectro, que se da con "Billiken", para los chicos, "Patoruzito", para los jóvenes, y la mencionada "Intervalo", para los adultos. Aunque el valor de "Intervalo" es innegable, y en ella comenzaron a publicar sus primeras obras muchos de nuestros grandes dibujantes, la estética "quietista" de la revista le otorga una calidad artística cuestionable. Para ganar su prestigio de "adulta" la historieta que se publicaba en Intervalo se apoyaba casi siempre en modelos literarios, con ausencia por completo de guión, el cual se limitaba a reproducir textualmente o a resumir el texto original adornado con ilustraciones: un palabrerío que repetía casi siempre lo que las pocas imágenes ya mostraban, dejando incluso de lado el tan característico "globo" de los comics para utilizar sólo el epígrafe (reproducción del texto al pie de la ilustración) o largas tiradas de viñetas ocupadas sólo con palabras, sin dibujos. Aunque hoy parezcan aburridas, estas historietas que se apoyaban en la literatura tradicional y prestigiosa tenían un éxito tal que en 1950 la Editorial Columba saca un suplemento semanal, "Intervalo Extra", dedicado exclusivamente a adaptaciones de la literatura universal.
Es el año 1957 el que dará a nuestra "literatura dibujada" el perfil que ha mantenido hasta la actualidad, puesto que se comienzan a hacer cosas nuevas, distintas de las que se hacen en el resto del mundo, con asuntos más complejos y más humanos, que se apartan del modelo norteamericano que se seguía hasta el momento. Sustentadas por el éxito de sus predecesoras y por el afianzamiento de Oesterheld como guionista, aparece la ya mencionada "Hora Cero", de editorial Frontera, fundada por el propio Oesterheld, autor también de la mayoría de los guiones, y rodeado de los mejores dibujantes del momento: un ya depurado Hugo Pratt, Alberto Breccia, Solano López, Arturo del Castillo, José Muñoz, Leo Durañona y Juan Giménez, nombres que harán que el comic no sea nunca más el de antes y que elevarán la historieta argentina al top que hoy ocupa a nivel mundial.
Y es en 1957 cuando debuta, en las páginas de "Hora Cero", en la aparecerá hasta 1959, una historieta de "ciencia ficción" destinada a convertirse en uno de los pilares del comic universal: "El Eternauta" (derecha). Llega a su cumbre el estilo narrativo de Oesterheld, que deja de lado las clásicas divisiones que hacía la historieta entre "héroes" y "villanos", "pistoleros" e "indios", y comienza a incursionar en la creación de personajes no tan "puros", héroes que tienen miedo, villanos queribles, perdedores y marginados, hombres que luchan por encontrarse y, sobre todo, por "el cambio de domicilio" de la aventura, que ubica hechos, que hasta entonces habían sido privilegio de lugares lejanos y exóticos, en sitios cotidianos. Otro de los aportes incuestionables de Osterheld es el hecho de haber agregado a una historieta que desde sus comienzos (dibujos de Caras y Caretas o P.B.T.) fue testimonial, la característica de ser definitivamente comprometida con la realidad. No es extraño encontrar en los guiones (sean realistas, de aventuras o de ciencia ficción) alusiones y críticas constantes a la realidad política del país que se van haciendo cada vez más evidente con el correr de los años.

Fuente: Blog de la Historieta Tradicional dee Iván franco (Historietista Morenense)
http://elrincondelahistorietatradicional2.blogspot.com/