lunes, 23 de septiembre de 2013

Palabras de los 25

Sus palabras vuelven a emocionarnos una y otra vez cada vez que lo escuchamos... y es como volver a tener 17 años y estar parados bajo la galería del patio de sol en un acto escolar escuchando a Ricardo Moreno
Acá está su discurso de los 25 años!
Imposible no sentirse identificado con cada palabra!
"Cuando el fuego crezca, quiero estar allí"
Jhony Bogacki (Ex alumno de la escuela)

21 de septiembre 2013


Cuando mi vieja me anotò en el Molina Campos, me enfurecí. Otra decisión que tomaban por mí. Le dije que ni en pedo iba a ir a una escuela nueva. Quién la conocía? Quiénes iban a ser los profesores? Otra vez cambiar de amigos! Me planté y le dije que querìa ir a la misma escuela que iba Claudio o por lo menos a la técnica! En realidad no me gustaba ninguna de esas dos escuelas, pero yo quería opinar sobre mi futuro. Pensándolo bien… ahora que escribo esto, ahora que mi madre ya no está conmigo, menos mal que no me prestó atención y siguió el consejo de aquella profesora, que le dijo que se abría una escuela nacional de comercio en pleno centro. Esa mujer, que en definitiva escribió parte de mi destino, esa mujer le dijo a mi madre “anotalo, será una linda escuela…”. Y no se equivocó. Era un lugar lleno de sol. Tenía un patio chiquito y poquitas aulas. Cuando alguien cantaba en el patio “pueden robarte el corazón, cagarte a tiros en Morón…” se escuchaba de todos los salones… Era linda esa escuela. Pero eso lo pienso ahora. En ese momento, me dio mucha bronca…
No lo dije, pero Claudio es mi hermano, un pobre infeliz que le tocó nacer antes que yo. Claudio fue algo así como el nerd de los hermanos Zaccanti . Él siempre dijo que quería ser médico, yo… a veces querìa ser músico, también quise ser malabarista, guerrillero o abogado. Él sacó los ojos lindos de mi abuelo. Yo tengo los ojos tristes de mi viejo. En síntesis, parecìa que él había nacido para una película de Holywood y yo para mirarlo de lejos. Pero la diferencia se volcó a mi favor cuando fui alumno del Molina. La vida tiene esas cosas… Cuando empezaron las clases, éramos unos cuantos bichos raros y entusiastas. Èramos los primeros y estábamos haciendo camino. Yo no tenía muchas expectativas, ya les conté que estaba perdido y disconforme, mi expectativa era no llevarme materias, hacer amigos y que por fin me diera bola alguna rubia infartante. Estaba cansado de la vida nómade de mis viejos. Así que, después de un tiempo, un día azul, me enamoré de esta escuela, y no me fui más. Mis padres se mudaban a cada rato, cada vez que se terminaba un contrato, había que levantar los bártulos, y otra vez, hacer nuevos amigos. Ypara mí, conseguir otra escuela. Claudio no. Él en la primera mudanza se encaprichò y no se fue nunca de su colegio. Yo me había acostumbrado. Conocí la 4, la 38 y la 40. O sea que cuando entrè en la molina tuve amigos de todos lados. Ademàs, venían pibes de Paso del Rey, Alvarez o Las Catonas … Mi primer objetivo lo tenía resuelto, tenìa amigos…Restaba conseguir la rubia y estudiar un poco para no llevarme materias. Ahora que hago un balance, algunas materias me llevé, pero me casè con una rubia. No está mal. En cuanto a los profes, todo bien. O mejor dicho… casi todo. Ya les conté que tengo un hermano. Yo sufrí y padecí que varios profes me dijeran: “¿vos sos el hermano de Claudio Zaccanti…?” Yo pensaba, “¡¡¡Otro más!!!”. Pienso que todo era así porque esa escuela era una especie de familia grande. Los profesores se preocupaban por nosotros y me enseñaron cosas que no me olvidé jamás. Administré una empresa, conocì mis derechos, me mostraron el arte genial de Dalí y Kandinsky, leí a Cortázar cuando todavía no estaba en los programas, señalé en un mapa el Mar Tirreno, y supe que el Che era el mejor de nosotros. Tengo para mí, que hacer la secundaria en una escuela linda: es como salir campeón… pero 5 años seguidos. Mi equipo de fútbol salió pocas veces campeón, yo salí 5 veces seguidas. Yo me sentí campeón cuando la rubia me dijo que sí en un campamento en el que llovió muchísimo. O cuando Marìa Rosa me puso un 10, y me felicitó delante de todos porque llevé a la clase un libro del año 50 y un disco viejo que tenìa La cumparsita. O el pelado que nos decía: “ya tienen la consigna, ahora, a escribir en el solcito del patio”. Y yo escribí la mejor página, se la mostré al pelado y me dijo “Escribe bien ud eh! Con esa cara que tiene no daba dos mangos…”, la hoja se la regalé a la rubia y salí campeón otra vez. También salí campeón cuando Bolloqui nos llevó en colectivos a Cascallares. Pocas veces me reí tanto. Los preceptores nos cuidaban con cariño de hermanos y nosotros la pasábamos bien. Dicen que ahora hay otro hincha de San Lorenzo que pone los colectivos, levanta a toda la escuela y se los lleva a ser felices por ahí. Para aprender de otra manera. Yo en esta escuela aprendì con alegría y discutì sin razón, actuè por primera vez, aprendì a saludar en francés, editè mi primera revista, supe de la lealtad de mi gran amigo y en la preceptoria contè aquel secreto que tenía atragantado y no me dejaba respirar. Para todos la molina fue un salto hacia el cielo del futuro ... de alguna manera nos hicimos hombres y mujeres… Ahora tenemos 20, 30 o 40, ya no vamos a Tijuana ni a Rancho aparte, se nos ven las heridas y cicatrices de la vida y, aquellos profes y preceptores no nos quedan tan lejos, tal vez somos, lejanamente, hijos de ellos.
Recuerdo perfectamente la sensación de llegar al portón, abrocharme apurado el guardapolvo, saludar a la dire y a las porteras y encarar al aula derechito. Hasta que Sergio me gritaba: “ Hèctor Zaccanti vengaaaa…”. Todos me conocían por el nombre. Y yo también los conocía a todos. Una vez me dolía la panza y en portería me dieron el té más rico de mi vida. Me convidaron unas galletitas, porque con la miseria o el apuro no había comido nada. No les dije ni gracias, detrás de mí apareció otro y luego otro. Habìa lugar para todos. Ese día hicimos la marcha al concejo para pedir por el gas y las estufas. Tambièn me acuerdo cuando una mañana muy fría formamos sobre la calle Alcorta y la molina se llamò, oficialmente, Florencio Molina Campos. Estuve tambièn cuando nos embarramos en la plaza, cuando hacíamos Educaciòn física en la cancha de pato, el dìa que a Nina la premiaron con un libro y estuve en el acto cuando Castro largò las palomas y Cardozo tocò cuarteto. Estuve el dìa que nos probamos los buzos y después nos fuimos a ver Titanic. Yo estaba ahì con Fabiola, Lorena, Raquel y Lucìa, en el umbral del aula, oyendo còmo el molino del vecino crujìa como quejàndose, o cuando el otro curso se ganó el viaje a Bariloche… cuando el Rotary envió 1000 libros de la mano de Valeria, el dìa que Pagano donò los tachos de luces, Gomez Galarza los telones y las aulas fueron escenarios o, aquella vez màs lejana, cuando Juan Pablo nos cocinò en Entre Rìos, una noche, al costado de la ruta 14, las mejores hamburguesas de nuestras vidas. Eso es el Molina: hermanos que traen hermanos, vecinos que traen amigos y otros que caen porque sì. Un remolino dulce, un recuerdo tierno.
Yo sé que a esta historia le faltan otras historias: las sombras de estas luces, las que se ponen agrias en la boca… pero no es momento de que la memoria le haga lugar al rencor y a las nubes del pasado. Todos nos peleamos, fuimos injustos y creímos que un profe nos tenía entre ojos… Yo prefiero recordar al que me dijo la verdad con cariño, al que me bancó tres horas cuando me perdí en la feria del libro. O al otro que me salvó, cuando me vinieron a buscar los de la técnica… Ese día, cuando nos vinieron a fajar, yo estaba con Berrueta y Villalba. A la petisa la escondimos fácil, pero Ariel estaba más cagado que yo.Decí que justo apareció el profe y nos llevò a casa.
Hoy que vinimos acá por el cumple de la escuela, me acuerdo que yo una vez festejé el mío en el aula 7 y Matías me regaló la camiseta de básquet de ferro. Me cantaron el cumple y me dieron la manteada. Después la seguimos en la plaza. Llegué a mi casa roto, pero feliz. Ese día conocí a Ulises, a Jony y a Ale Ríos. A Ríos seguro que lo conocen, cursó con todos. Fue una especie de alumnos estable de todas las épocas.
Sé que todo esto parece mentira. Pero yo tengo para mí que la felicidad es un malentendido, un mazo de naipes con el que jugás al truco en los recreos. La felicidad también es la tristeza del último día de clases. Ese dìa, cuando dejamos el portòn atràs y, como dice Sabina, “el portazo sonò como un signo de interrogación”. En ese momento se chocaban las sensaciones. Todo era incertidumbre. Me iba del lugar donde abracé las causas más nobles de mi vida. Ahì, el pelado me agarrò del brazo y me dijo al oìdo: “Las despedidas son esos dolores dulces…”. Siempre tenía una frase del Indio. Pero yo no tenía consuelo. Los profes nos aplaudían y yo me abrazaba a mis amigos de toda la vida.
Por suerte, cuando quiero puedo volver a la escuela. Todos los años voy al festival de octubre, a las muestras de teatro, o a las jornadas de la memoria. Dicen que la escuela no es la misma. Eso depende con los ojos que la mires. Yo la veo siempre igual. Hay pibes que se juntan los sàbados a limpiar el playón del fondo y a pintar paredes, como nosotros alguna vez pintamos la medianera con frases . No sè si estos pibes, ahora, saben que hubo unos cuantos locos que vendieron rifas, hicieron bingos y compraron el lugar donde ahora hay una escuela. En esta escuela aùn siguen saliendo amores para toda la vida: Fernanda y el Tero, Nayla y Cebolla, Chochi y Fernanda o Matìas y Gisela. Sigue habiendo alumnos a los que le dicen Biotopo, Wilson, Billy o Whashinton…
Nunca podrè olvidar esa escuela que tiene una locura sin remedio. Recuerdo cuando fuimos al teatro, cantamos en la radio y terminamos la noche en la puerta de la Catedral. Todos hemos sido un rato felices... En el festejo de los 10 años cortamos la calle y bailamos con la banda de la armada, parecía una película delirante que un marino bailara como Luis Miguel en el medio de Luciano de la Vega. En una escuela de locos todo es posible… Hasta una
banda de rock compuesta de profesores que tocan temas de Sumo y Los piojos. Cómo olvidar cuando me acerqué al cantante y le dije “profe, no lo creía, pero ud es un groso…”. Él, que siempre tenía una frase del Indio en la mano, me dijo “Siempre fui menos que mi reputación”. Ese día, ese día… decidí ser guitarrista y escribir mis canciones. Está lleno de músicos la escuela, es parte de su genética. Julio, Hernán, Emanuel, los Faggiano: son muchísimos. Parece que los sembró un tal Enrique Diaz, allá lejos y hace tiempo. Más adelante tuvimos la idea de sacar los equipos en los recreos y poner música como si fuera una radio, ese sonido todavìa cruza el tiempo y me devuelve el olor de mi adolescencia....Pero no solo salieron músicos… hay psicólogos, bomberos, profesores, abogados, enfermeros, arquitectos, agentes inmobiliarios, militantes de la vida, amas de casa, voluntarios de la cruz roja, periodistas, bancarios, campeones de ciclismo, chefs, escritores , actores, médicos, peluqueros, albañiles o soldados. Los pibes del Molina trabajan en los bancos, en las pancherías, en los peajes o en la Muni.
Yo a los egresados de la escuela los reconozco al toque. Tienen una forma distinta de mirar, es como si llevaran para siempre aquel patio de sol en los ojos. Pobre gil mi hermano Claudio, que no conoció estas aulas, encima se fue a vivir a Europa y viene de vez en cuando. Cuando viene, lo llevo a dar una vuelta por Moreno, pasamos por todos los lugares que me pide, pero al final lo llevo por Alcorta y después voy por Luciando de la Vega al 200. Se fastidia y le da una especie de envidia. Yo no soy malo, cada vez que puedo le comparto un recuerdo distinto. Él se queda callado y me mira, yo lo quiero, pero en sus lindos ojos no tiene aquel patio que siempre recuerdo.
Hoy es día de fiesta y el pasado es una nostalgia maldita que se hace trizas con la carcajada. Voy a bailar y charlar un rato con cada uno, y sentiremos esas cosas que se sienten cuando tenès 17. Aunque algunos no estèn cerca y anden por San Luis, Ushuaia, Uruguay o España. Cuando me decidì a venir, pensé en el Indio Solari, y una frase que seguro me diría el pelado, ahì fui y saquè la entrada. El pelado me diría: “cuando el fuego crezca, quiero estar allì…”
Profesor Ricardo Moreno

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