Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.
Nota: Continuidad de los parques es un relato brevísimo perteneciente a Final de Juego, de 1956. En la historia quienes tienen continuidad son en realidad los hechos que se entremezclan. Ahora sí, repasemos brevemente el hilo narrativo para entender en qué punto del relato ocurre la transgresión: el lector se encuentra en su casa, frente a los ventanales con vista al parque. Está sentado en un sillón de terciopelo verde y muy interesado en su libro. Entonces lee el encuentro de los amantes en la cabaña, la pasión que los une, la necesidad que tienen de llevar a cabo un crimen. Luego se separan fuera de la cabaña, y la atención se concentra en la aventura del personaje masculino, el cual corre a través de lo que parece ser un parque. Al terminar el recorrido llega a una casa, entra y se dirige sin vacilar a donde su amante le ha indicado ir. Finalmente, en las últimas tres líneas del cuento nos damos cuenta de que la misión del personaje es apuñalar al lector.
Este recurso –con diferentes matices es utilizado por Cortázar en otros cuentos como “La noche boca arriba”, de Final del juego, y “El otro cielo”, de Todos los fuegos, el fuego.
Este recurso –con diferentes matices es utilizado por Cortázar en otros cuentos como “La noche boca arriba”, de Final del juego, y “El otro cielo”, de Todos los fuegos, el fuego.
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