domingo, 10 de mayo de 2009

UNA VISIÓN PROFÉTICA DE LO VIRTUAL


Aunque a muchos no les gusta Borges, hay que reconocer que era un adelantado.

Las fantasías más abstractas de Borges se hacen realidad en internet

  1. Buena parte de los fenómenos de la red fueron anticipados por el autor argentino
  2. Wikipedia, los atlas virtuales y la avalancha de datos aparecen descritos en sus textos

JUAN RUIZ SIERRA
MADRID

A mediados de diciembre del 2002, el escritor William Gibson, padre de la literatura cyberpunk y creador del término ciberespacio, dio una conferencia en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB). Su visita coincidió con la exposición Borges y Buenos Aires, así que Gibson entró, la vio y salió de ahí intrigado. Conocía la obra del autor argentino, sí, pero nunca la había visto de esa manera. Nunca, hasta entonces, había percibido la capacidad de Jorge Luis Borges --un hombre de costumbres tradicionales, que trabajó durante casi dos décadas como bibliotecario y solía cautivarse con la lectura de textos antiguos-- para prefigurar el presente tecnológico. Y sobre todo, como cada vez se pone más de manifiesto, para predecir el invento que acaba de cumplir dos décadas, quizá el más importante de finales del siglo XX: internet.
El ejemplo más claro para conceder a Borges el título de webmaster se halla en La biblioteca de Babel. Escrita en 1941, la historia habla de una colección de libros "interminable", "total", cuyos "anaqueles registran todas las posibles combinaciones de los veintitantos símbolos ortográficos (número, aunque vastísimo, no infinito) o sea todo lo que es dable expresar: en todos los idiomas". Pero hay más, mucho más. A su extraña y compleja manera, el escritor, fallecido en 1986, tres años antes de la aparición de la red, anticipó gran parte de los fenómenos que se dan hoy en ese vasto y creciente lugar: Wikipedia, los atlas virtuales, Google Books, la adicción a internet, la identidad en internet, la pérdida de la capacidad de concentración que trae consigo internet, el caos de internet, la distancia entre dos internautas o los navegadores.
O puede que no, puede que Borges no anticipase nada y sean ahora críticos como Umberto Eco o varios académicos norteamericanos --el año pasado aparecieron en Estados Unidos dos libros sobre el asunto, Borges 2.0: From text to virtual worlds, de Perla Sassón-Henry, y el colectivo Cy-Borges-- quienes interpreten así su obra. Sin embargo, según Juan In-
súa, jefe de actividades del CCCB y responsable tanto de la muestra Borges y Buenos Aires como de la invitación en el 2002 a Gibson, el autor cyberpunk --quien tras su visita a Barcelona prologó la edición en inglés de un compendio de historias y ensayos borgianos--, "el paralelismo existe. Puede que los puristas pongan el grito en el cielo, pero existe".

EL EXTRATERRESTRE
Si un habitante de otro planeta llegase a una Tierra en la que ha desaparecido la red pero queda su recuerdo, uno de los mejores métodos --y sin duda uno de los más placenteros-- para explicarle qué era aquello pasaría por darle a leer algunos pasajes del autor. Ahí está esa biblioteca en la que "por una línea razonable o una recta noticia hay leguas de insensatas cacofonías, de fárragos verbales y de incoherencias". Tal cual internet, un lugar caótico, en el que la información, para bien o para mal, no está jerarquizada, donde toda consulta entraña el riesgo de acabar intoxicado por datos erróneos o inexactos, un lugar en el que si uno carece de un filtro contra el spam recibe cientos de correos basura cada día, hasta el punto de que resulta muy complicado identificar los e-mails genuinos.
Claro, la fantástica biblioteca es "infinita", o, mejor dicho, "ilimitada y periódica": "Los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden". En 1993, internet contaba con 130 sitios web. En 1994, había 2.700. En 1995, 18.000, cifra que nueve años después, en el 2004, ascendía a 50 millones. En febrero del 2009, el último periodo del que se tienen datos, había en la red, según la compañía Netcraft, cerca de 216 millones de sitios. Y muchos de ellos presentan una información casi idéntica. Al buscar en Google síntomas del resfriado se obtienen 7.470 enlaces que vienen a decir, en su mayor parte, lo mismo. Los mismos volúmenes, como en la historia de Borges, se repiten en el mismo desorden.

EFECTOS DE LA MEMORIA TOTAL
Hace tres años le hicieron a Umberto Eco una de esas preguntas abiertas que solo se hacen a los intelectuales de determinada talla. "¿Adónde va internet?", inquirió un periodista de Le Nouvel Observateur. Y Eco, como es natural, contestó: "Lo ignoro".
Pero después, el novelista, crítico, filósofo y semiólogo italiano echó mano de un relato del autor argentino para expresar algo preocupante sobre la red. "Borges nos contaba en Ficciones la historia de Funes o la memoria --dijo Eco--, este hombre que se acordaba de todo, de cada hoja que había visto en cada árbol, de cada palabra que había oído durante su vida y que, debido a su memoria total, era un perfecto idiota. La función de la memoria no es solo conservar, sino también filtrar. La cultura es también un proceso de conservación y de filtración, por medio del cual sabemos quién era Hitler, pero no de qué color eran sus calcetines el día en que se suicidó en su búnker. Ahora bien, para un navegante ingenuo, internet es Funes. Internet le dice todo sin decirle si tal o cual información es fiable. Toda cultura está regida por los filtros de las enciclopedias (en el sentido del Larousse, pero también de repertorio de saber virtual compartido por una comunidad). Pero la enciclopedia puede decirnos cosas falsas, como las de principios del siglo XX, que nos hablaban del éter cósmico. ¡Si no se educa a los internautas para la navegación, acabaremos por tener 6.000 millones de enciclopedias, una por cada habitante del planeta!".

SOCIEDAD SECRETA
Y así como en Funes el memorioso se reflejan la avalancha de datos carentes de contexto que trae consigo la red y la pérdida de la capacidad de concentración y abstracción de muchos internautas ante la ingente cantidad de estí-
mulos a los que se exponen, hay otras historias de Borges que corren paralelas a fenómenos actuales. Los atlas en internet --Google Earth, por ejemplo-- aparecen definidos en El Aleph, "el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos". Cuando el escritor, en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, habla de la imaginaria región de Tlön, creada por "una sociedad secreta de astrónomos, de biólogos, de ingenieros, de metafísicos, de poetas, de químicos, de algebristas, de moralistas, de pintores, de geómetras- dirigidos por un oscuro hombre de genio" parece estar refiriéndose a Wikipedia, la enciclopedia en la que cualquiera puede participar de forma anónima.
Y, por último, una más entre las muchas analogías que pueden hacerse, está la adicción a internet: en El libro de arena, Borges cuenta la historia de un texto sagrado que atrapa por completo al narrador. "Me quedaban unos amigos --escribe--; dejé de verlos. Prisionero del Libro, casi no me asomaba a la calle. ... Declinaba el verano, y comprendí que el libro era monstruoso. De nada me sirvió considerar que no menos monstruoso era yo, que lo percibía con ojos y lo palpaba con diez dedos con uñas. Sentí que era un objeto de pesadilla, una cosa obscena que infamaba y corrompía la realidad".

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